Los sufijos, por lo tanto, son afijos que se posponen, a diferencia de los prefijos (que se ponen por delante de la palabra). Esto quiere decir que el sufijo se ubica después de la raíz o del lexema.
Conocer los diferentes tipos de sufijos que existen en nuestra lengua es sumamente importante, ya que nos puede traer varios beneficios. Por un lado, nos ayuda a deducir el significado de una palabra desconocida para nosotros; por ejemplo, la primera vez que nos encontramos con el término “animación” sabremos que se trata de una acción, y que no puede ser un adjetivo, como sí ocurre con “animada”, aunque ambas pertenezcan a la misma familia.
El estudio de la etimología también requiere del dominio de este y otros conceptos, como ser los prefijos, ya que acarrea la descomposición de las palabras en todas sus partes para intentar hallar el origen y la evolución de su significado desde la primera lengua en la que se concibió hasta llegar al castellano, en nuestro caso.
Es habitual que el sufijo sea un pronombre que se agrega a un verbo, componiendo una sola palabra. Por ejemplo: “caerse” (caer + se). En este caso, el pronombre “se” es añadido como sufijo al verbo “caer” para la creación de la palabra “caerse”, que puede emplearse en diferentes oraciones: “Al caerse, el hombre se golpeó la cabeza”, “Si sigue soplando el viento, esa cartel va a caerse”.
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